DESDE LONDRES, CON ESTUPOR (I)

Os asombraría la cantidad de diarios gratuitos que se reparten en Londres. Por la mañana hay tres (Metro, LondonLite y The London Paper). Por la tarde hay la versión vespertina de uno de los antes mencionados.
Los viernes el magazine deportivo. Y una vez a la semana, las noticias del barrio donde vives y las del barrio donde trabajas. No es de extrañar que empiecen a multar a aquél que no recicle…a este ritmo se quedan sin árboles.
En uno de ellos pude leer en la portada el siguiente titular: “1 millón de compradores en Oxford Street”. Reflexionemos: debe de haber más de un millón de tarados y besugos que se tiran a la calle más comercial de Europa, semanas antes de Navidad, a rastrear regalos y quemar las libras que en diez días se echarán a faltar, el día que ésta se cierra al tráfico rodado.
¿A quién se le ocurre? A veces tengo la sensación de que algo no funciona en la masa gris de los londinenses. A mi, personalmente, sólo las amenazas de Sílvia (“Quiero ver tiendas”) me llevan a tal “calle del horror”. Si fuera editor de guías de viaje, evitaría recomendarla como visita indispensable.

Otro tema navideño es el despido de un Papá Noel por parte de Harrods por insinuar a una familia de origen asiático que en vez de estar en los famosos almacenes de Knightsbridge deberían estar comprando en Tesco (cadena número uno de supermercados en el Reino Unido famosa por sus precios asequibles y por sus clientes multiétnicos). Para acabar de adornar el pastel, invitó lascivamente a la hija adolescente a sentarse en su regazo.

Pero éste es el mejor (y viene de los States): un avión comercial tuvo que efectuar un aterrizaje de emergencia al oler los pasajeros a azufre…azufre proveniente de las cerillas encendidas por otra usuaria para disimular las flatulencias que había tenido que “liberar”.
No comáis hoummous antes de volar si ante el FBI no queréis declarar.